Hasta principios de los años 60 el mar de Aral era el
cuarto lago más grande del mundo, abarcaba una superficie de 66.000 kilómetros cuadrados y almacenaba 1.000 kilómetros cúbicos de agua. En ellas se capturaban al año 40.000 toneladas de peces y sus deltas tributarios alojaban docenas de lagos menores, pantanos y una superficie de 550.000 hectáreas de tierras húmedas.
Hoy es uno de los mayores desastres ecológicos de los últimos tiempos.
La historiaEntre 1954 y 1960 el gobierno de Moscú ordenó la construcción de un canal de 500 kms. que tomaría un tercio del agua del río Amu Daria y la distribuiría en una gran cuenca para regar los inmensos campos de algodón con los que se pretendía que la Unión Soviética fuera autosuficiente en esta producción.
Los resultados fueron satisfactorios, pues se pasó de cultivar una superficie en torno a los 4 millones de hectáreas en 1960 a 7 millones veinte años después, mientras que la población de la zona pasaba de 14 a cerca de 25 millones de habitantes.
Para que esto ocurriera no bastó, desde luego el caudal inicial, sino que fue aumentando el caudal destinado a la irrigación, tomado éste de los ríos afluentes del Amu Darya y el Syr Darya, hasta que, en los años ochenta, la aportación de estos al mar de Aral era de tan sólo el 10% que en 1960.
La progresiva desaparición del gran lago no sorprendía a los soviéticos. Ya lo habían esperado. Aparentemente,
en la URSS se consideraba que el Aral era un "error de la naturaleza", y un ingeniero soviético habría dicho en 1968 que "es evidente para todo el mundo que la desaparición del Mar de Aral es inevitable".
Los resultadosEl mar de Aral ocupa hoy la mitad de su tamaño original y su volumen representa una cuarta parte, el 95% de los pantanos y tierras húmedas cercanas se han convertido en desiertos y más de cincuenta lagos de los deltas se han secado, con una superficie de 60.000 hectáreas.
Este gran lago servía como amortiguador del clima extremo de la zona, por lo que su enorme disminución ha hecho más duro los inviernos y los veranos. Tampoco se ha de olvidar la tremenda sequía que asola desde hace unos años los países de la región.
Su desecación ha dejado al descubierto más de 30.000 kms. cuadrados de arenas salinizadas que el viento lleva en millones de toneladas hasta distancias superiores a los
200 kms. Ésta también produjo una bajada del nivel freático que descendió de 36 a 53 metros. La pesca comercial, tras desaparecer 28 de las treinta especies de peces que habitaban
aquellas aguas y quedar muchos pueblos pesqueros a 60 kms de la orilla del mar, desapareció.
En 1987, la disminución progresiva del nivel de las aguas acabó dividiendo el lago en dos volúmenes de agua separados, el Mar de Aral Norte y el Mar de Aral Sur. Aunque se construyó un canal artificial para conectarlos, la conexión se había perdido ya en 1999, debido al cada vez más acusado descenso de las aguas.
En octubre de 2003, el Gobierno de Kazajstán dio a conocer un plan para construir una presa de cemento (Dique Kokaral) para separar las dos mitades del Mar de Aral, de modo que se pueda elevar el nivel del agua en ese trozo del mar original y reducir los niveles de salinidad. Por razones económicas, el Mar de Aral Sur ha sido abandonado a su suerte. En su agonía, está dejando enormes llanuras de sal, que producen tormentas de arena, y que hacen los inviernos más fríos y los veranos más cálidos. Uno de los intentos de mitigar estos efectos consiste en la plantación de vegetación en el antiguo fondo del mar, ahora tierra firme.
Según estimaciones basadas en datos recientes, la parte occidental del Mar de Aral Sur habrá desaparecido en los próximos 15 años, mientras que la parte oriental podría mantenerse, de forma precaria, indefinidamente.
El ecosistema del Mar de Aral y de los deltas de los ríos que confluyen en él está prácticamente destruido, en gran medida por la altísima salinidad. Además, la tierra en torno al mar está muy contaminada, y las personas que viven en la región sufren de escasez de agua dulce, unida a problemas de salud diversos. La contracción del mar ha dejado extensas llanuras cubiertas de sal y de productos tóxicos, que son arrastrados por el viento a las zonas habitadas. La población cercana al Mar de Aral presenta una incidencia elevada de ciertas formas de cáncer y enfermedades pulmonares, entre otras patologías. Los cultivos tradicionales también están siendo destruidos por la sal que se deposita en la tierra. La ciudad de Moynaq en Uzbekistán tuvo en el pasado un puerto bullicioso y una industria pesquera que daba empleo a unas 60.000 personas. Actualmente, la ciudad dista muchos kilómetros de la nueva costa. Los barcos pesqueros se encuentran varados en tierra sobre las llanuras que una vez fueron fondo del mar. Muchos de esos barcos llevan más de 20 años abandonados. La única empresa pesquera que queda en la zona se encarga de importar pescado del Mar Báltico, a miles de kilómetros.
SolucionesEntre las soluciones propuestas las hay que resultan casi peores que el propio mal, como la desviar los ríos siberianos Ob e Irtish que desembocan en el Artico y canalizarlos 2.400 km. hacia el sur, con lo que éste océano dejaría de recibir aguas menos frías, cambiaría la temperatura de la zona y la salinidad.
También existe alguna otra idea poco realista, como llevar 73 kilómetros cúbicos anuales de agua al mar de Aral durante veinte años, con lo que se restablecería su altura de 1960.
De momento las que se están aplicando y, al menos, han conseguido no aumentar el problema, consisten más bien en sustituir cultivos de gran consumo de agua por otros que necesitan menos riego o nuevos sistemas de drenaje.
El desastre del mar de Aral es una trágica evidencia de lo que puede ocurrir si desarrollamos nuestros actos ajenos al medio ambiente que nos rodea, sobre todo si estos afectan a los recursos naturales y a la salud.
La región del mar de Aral vivió muchos años de progreso, crecimiento económico y demográfico mientras se dilapidaban sus recursos y envenenaban la salud de sus habitantes, abocándolos a un período de tiempo mucho mayor de pobreza y enfermedades. En eso primeros años cualquier voz que se hubiera alzado para denunciar lo que se estaba haciendo y lo que podía ocurrir habría sido acalladas por la fuerza. Una vez ocurrido el daño, ni los que idearon aquellos planes, ni los que ahora gobiernan ni la cooperación internacional son capaces de solucionar semejante catástrofe.
Hoy en día muchas regiones de este planeta, y el propio planeta, sufren procesos parecidos al del mar de Aral en una u otra fase. Los que hoy tachan de alarmistas o difamadores a quienes denuncian estas situaciones no estarán cuando el daño sea irreversible y, si lo están, no podrán arreglar lo que ya será irremediable, como en el mar de Aral.
ANTES:DESPUÉS: