Mi aventura/desventura en el Peñagolosa.
Hola amigos, esto es lo que me sucedió el viernes 18 en el macizo del Peñagolosa y el valle del río Carbo.
Bueno, después de tener impresos mapas topográficos de la zona, haber preguntado en el foro por las rutas para subir al techo de la comunidad Valenciana, el Peñagolosa, de 1815 msnm, desde el sur partiendo de Villahermosa del Río, a unos 750 msnm, haber consultado en páginas web el tiempo de ascensión, las rutas, etc, me dispongo a realizar un recorrido por allí el viernes, sabiendo que para el sábado el tiempo no sería bueno.
Amanece un día magnífico con unos 11º en Cortes de Arenoso, me voy al lugar de partida, Villahermosa del río, en la unión de los ríos Carbo y Villahermosa, pregunto cómo bajar al río en el pueblo, muy empinado y de estrechas calles, y me dicen que se puede ir en coche hasta las masías de Roncales, a unos 2 kilómetros del pueblo en el valle del Carbo, pero al final decidimos dejar el coche en el pueblo y empezar el recorrido a pie en el mismo pueblo. Me acompaña mi novia, a la que había mentalizado para hacer la caminata y la emprendía con ilusión incluso, fue ella quien me dijo de dejar el coche en el pueblo y echar a andar ya.
Nada más salir del pueblo hay que cruzar el río por primera vez, apenas un palmo de agua rápida sobre un lecho pedregoso de unos 7 metros de ancho con algunas hondonadas, nada, nos descalzamos y cruzamos, en este punto nos juntamos con un grupo de 8 o 10 excursionistas que cruzan minutos antes que nosotros y siguen su camino.
Bueno, aquí está el primer “fallo”, la ruta que tomo es hacia el Mas de Borrás, lugar que localicé en mapas topográficos pero que se me olvidó imprimir los mapas, sólo sabía que en ese punto salía un sendero de pequeño recorrido (PR, con marcas amarillas y blancas) que enlazaba cerca de “La Nevera” con una pista que iba por la cara norte, ya conocida por mí de otra ascensión.
Pues nada, para no alargarlo, y más ahora sin fotos diré que al pasar el mas de Borrás volvemos a ver a los excursionistas que cruzaron el río con nosotros y hacemos un trozo con ellos hablando del camino que llevábamos, y me dicen en un momento dado dónde sale el sendero, lo cogemos y a partir de ahí todo es subir y subir, primero entre pinos por empinadas y húmedas sendas, luego por laderas poco pobladas y pedregosas sendas, cruzadas de vez en cuando por algún arroyuelo, sin observar más fauna que algún escarabajo, muchísimas lagartijas de varias especies que aprovechaban las piedras y el camino para tomar el sol, pájaros de diversas especies y algún águila lejana, mara mayor desesperación, cuando me creía encontrar en la falda del Peñagolosa, llegamos a un collado desde el que vimos el monte Peñagolosa aún a un buen camino de nosotros, con buenos barrancos por atravesar, si no fuera porque tenía en la cabeza que el sendero de las marcas amarillas llevaba allí, hubiera dado media vuelta, en estos momentos el cansancio moral se hacía patente, era cerca de las 14:00 y el sol caía a plomo, aunque a veces soplaba un vientecillo sobre el sudor que te dejaba helado, mi novia diciendo que tenía hambre, yo no quería parar allí en medio de “ningún sitio”, así que saqué de la mochila un par de curasanes y un zumo bío de esos y para arriba.
Hacia el final de esta primera etapa el seguimiento del sendero se hacía casi imposible, me encontré con una alambrada cortando el camino, así que tiré monte arriba, por algo que parecía una senda, y luego vi la siguiente marca más abajo, metros detrás de la alambrada, así que bajé, aquí me encontraba en una zona de pino albar y pino negro bastante espesa, muy empinada, y con las marcas muy difíciles de seguir, había que ir mirando de pino en pino a ver dónde había una marca, y al llegar a la siguiente lo mismo, así hasta que llegamos a un camino más ancho con marcas amarillas y blancas, cómo están señalados los PR (Pequeño recorrido), entonces me pregunté por dónde habíamos venido, ya que sólo vimos marcas de color amarillo, bueno, el caso es que el camino de vuelta no me gustaba mucho, así que seguí empecinado en buscar la cara norte del Peñagolosa que ya conocía, y bajar por la ruta que tanto había estudiado en los mapas.
Así en breves minutos empecé a ver terreno conocido, bosque de pino negro enteramente, con un sotobosque de helechos, eso me sonaba que estaba ya en la cara norte u Oeste de la montaña, y a bastante altura, cerca de la Nevera que visité una vez y dónde salía una pista forestal ya conocida de otra vez y sin dificultad, y así fue, cogimos esa pista, aunque no vi la nevera por ningún sitio, es difícil verla si no la buscas bien.
Finalmente caminamos por esta pista por un terreno muy húmedo, encharcado, con alguna masía y algunos prados verdes entre el bosque, viendo ya la cumbre del Peñagolosa con manchas de nieve, así llegamos a un llano dónde aún sube la gente con el coche y allí comimos, a las 16:00, latas de calamares, caballa, alcachofas, patatas fritas de bolsa y dos naranjas de postre, para beber agua de Cortes en botella de fanta de 2 l.
Terminamos de comer y emprendemos “el asalto a la cima de 1815 m”, estábamos sobre 1500 m, no era mucha cosa, a los 15 minutos mi novia dijo que no podía más, no era la primera vez en el día que lo decía, así que le dije, espera aquí que yo subo y bajo enseguida. Así cogí y emprendí mi carrera cómo las cabras hacia arriba, paré en el refugio que hay a unos 150 m de la cima, seguí un poco más, aunque por mi cabeza me rondaba la idea de la vuelta, eran casi las 17:00 y quedaba todo el camino de vuelta, que imaginaba más fácil pero que no conocía salvo por los mapas, así que subí de carrerilla hasta dónde vi las primeras manchas de nieve, calculo que a unos 1750 msnm, era fresca, seguramente del martes, cogí una bola me la pasé por la cara, le pegué un bocado y saqué los prismáticos a echar una miradita (subí sin la cámara de fotos), aún no se veía la vertiente sur, aún así me recreé un par de minutos recuperando el aliento y luego bajé de carrerilla, con la bola de nieve en la mano, mi novia había subido hasta el refugio.
A partir de ahí empieza el camino de vuelta contrareloj, bajando pro la empinada senda que sube a la cima mi novia no quería ir tan rápido, decía que estaba cansada y le dolían las rodillas, yo por mí habría bajado dando saltos, en fin, ahí le dije que temía que se nos hiciera denoche.
Bueno, sigo más deprisa que se alarga esto, la bajada por una pista forestal perfectamente dibujada en mis mapas, volvemos a pasar de largo La Nevera, sin verla, lo más curioso en la bajada es el cambio de vegetación con la altura y la orientación, pasando del pino negro al pino rojo (albar) y luego en las solanas al carrascal, mientras en las umbrías a la misma altura aún había pino, en cuanto a fauna muchos pinzones acuden a beber agua a los charcos del camino, aguantando hasta estar a un par de metros por nosotros, y aquí viene lo más curioso que vi:
Un rebaño de cabras montesas baja de una ladera poblada de encinas cruzando el camino, nos ven y se paran en medio del camino, quedando arriba las crías y en medio del camino supongo que las hembras, el macho destaca demasiado y no se veía, ahí me entro la “locura” y descargué todas las fotos que me quedaban en el carrete de la cámara, algunas llegué a estar a escasos 10 metros de las 3 cabras adultas que habían cruzado el camino, los cabritillos no se atrevieron y se quedaron arriba, ahí perdimos un poco la marcha.
Bueno, así continuamos por el serpenteante camino hasta las masías del Carbo, bonito conjunto de viejas masías restauradas por “nuevos hippies” hace 20 años, al que no pude hacer fotos por tener el carrete acabado, aquí enlazamos con el Sendero de Gran Recorrido GR7, que de grande sólo tendrá el recorrido, porque apenas era una senda por la que en muchos sitios veces no pasan dos personas de canto, este sendero se adentra en la garganta del Río Carbo, precioso entorno, con una cascada, impresionantes cortados, acompañados por el canto de diversos pájaros y el rugir del agua constante, tanto del río cómo de los muchos barrancos que en esta época bajaban llenos.
El primer paso del río en esta etapa lo hacemos sobre una tabla a punto de partirse que alguien había puesto entre dos piedras, seguimos el sendero, o lo que es lo mismo, las marcas rojas y blancas, así un buen rato, nos cruzamos con unos excursionistas que iban a Sant Joan de Penyagolosa, nos preguntan cuanto queda y le decimos que bastante, hasta las masías del Carbo 1 hora y de ahí para arriba por lo menos otra, ellos nos dicen que hasta Villahermosa nos queda 1 hora u hora y media, y que tenemos que cruzar el río varias veces por sitios profundos y con bastante dificultad, en fin, nos deseamos suerte mutuamente y seguimos, aquí empieza la desesperación, vamos por la orilla derecha del Carbo y Villahermosa está a la derecha, ¿por qué habríamos de cruzar el río?, pues así es, primero llegamos a las masías de Roncales, dónde se puede llegar en coche y vemos por una ventana la cálida luz de un salón lleno de gente charrando, preguntamos a unos habitantes de allí por Villahermosa, y nos dicen:
“¿Villahermosa? ¿El pueblo? Buff! Teneis que ir por allí (al contrario que íbamos) y luego bajar hasta el río”.
El tono de estas personas aún nos desalienta más, ¿estará tan lejos?, según los excursionistas que nos cruzamos nos quedaría media hora o una hora para llegar, seguimos sus indicaciones, y al meternos en un barranco a la derecha, la oscuridad era casi total, volvemos a salir a la garganta del Carbo y vemos algo más, el sendero nos lleva hasta el río, y en la otra orilla vemos las marcas, aquí estaba lo que dijeron los excursionistas, profundo y difícil, ahora ya no estábamos para tonterías de descalzarse ni nada, lo cruzamos con mucho cuidado y algo de miedo pegados a un “azud”, andamos 20 metros por la otra orilla y de nuevo el sendero nos marca la otra orilla, la volvemos a cruzar, esta vez más fácil, vemos algunas piedras del fondo más grandes que nos hacen de guía y apoyo, a partir de aquí, andamos unos 20 metros por lo que nos marcaba la señal y el sendero se convierte prácticamente en una reguera de agua, eran las 21:30 y se veía menos que en la boca de un lobo, a la derecha sale una estrecha y empinada senda que yo creía que era el sendero, la seguimos y vamos subiendo de bancal en bancal, bajamos un bancal por unas piedras puestas en el ribarzo a modo de escalera, pasamos por un bancal recién labrado, otro con hierbas altas medio inundado, ayudándome con una caña para tantear el terreno, subimos un ribarzo de 3 metros (no sé como), todo esto al lado de un terreno vallado con 4 ó 5 perros dentro, dos de ellos grandes por los ladridos, algunos ya sabeis la gracia que me hacen a mí los perros grandes, y más sin verlos y sin saber si tienen salida, bueno, pues así subimos otro ribarzo y llegamos a un bancal sin labrar de unos 10 metros cuadrados con un olivo en él, a la izquierda teníamos una caida de unos 7 metros a un campo y al vacío a la garganta del carbo por el fondo, a la derecha una pared rocosa cubierta de zarzas que terminaba dónde acababa la valla dónde estaban los perros.
Ir hacia abajo no servía de nada, el camino se perdía en el fondo de la garganta, hacia arriba era imposible por las rocas y las zarzas, además detrás estaba la valla de la granja o lo que fuera, ¿qué hacemos? Sólo se me ocurría una cosa, pasar la noche allí y buscar el camino por la mañana, esa noche iba a ser muy larga, en esos momentos eran las 22:00.
(continuará)