El Pais 07/03/2005
¡Que viene el coco!
TRIBUNA: OPINIÓN JORGE OLCINA
Jorge Olcina es Catedrático y director del Laboratorio de Climatología
de la Universidad de Alicante
Resultaría sencillo este invierno negar de raíz la hipótesis de cambio
climático por efecto invernadero a la vista del frío intenso y
recurrente que estamos padeciendo. Pero sería caer en un argumento
demagógico carente de base científica. Y esto es peligroso porque
todavía hay quién discute que la reducción de gases contaminantes a la
atmósfera es una imperiosa necesidad, un acto de responsabilidad de
nuestros mandatarios políticos y de toda la ciudadanía en general.
Hay, creo yo, un amplio consenso en señalar que en los últimos años la
maquinaria climática mundial muestra síntomas de alteración en sus
pautas de comportamiento.
Y hay consenso, también, en la necesidad de tomar medidas y de seguir
investigando. Hemos gastado demasiado tiempo en actuar con muy poco
respeto sobre la Naturaleza y es el momento de poner soluciones.
Tampoco resulta muy prudente la afirmación de que difícilmente podemos
avanzar las condiciones climáticas futuras, si todavía no podemos
predecir el tiempo atmosférico con fiabilidad más allá de unos días.
Hablamos de procesos distintos, que requieren tratamiento distinto. No
es lo mismo, ciertamente, la búsqueda de la certeza inmediata que el
planteamiento de tendencias futuras. Pero, junto a todo esto, se puede
señalar que hoy por hoy resulta problemática la afirmación, con
rotundidad científica, de que el clima del mundo que hemos conocido
los últimos cien años haya cambiado ya. O dicho con pleno rigor, de
proclamar que el balance energético planetario se hubiese alterado ya
de forma definitiva. Porque en puridad, el cambio climático que se
discute es eso, una modificación en las condiciones de energía
calorífica de la Tierra, de su superficie continental, de sus mares y
de su atmósfera envolvente.
De niños nos decían que si no nos dormíamos pronto, vendría el coco, o
en la versión más amenazadora de la dulce nana nos señalaban que nos
comería. Con los años, nos dimos cuenta de que ese coco nunca
aparecía. La presentación, hace unos días, de las conclusiones de un
proyecto de investigación sobre el cambio climático coordinado desde
la Universidad de Castilla-La Mancha y en el que han tomado parte más
de cuatrocientos expertos nos ha llenado de inquietud. ¿O tal vez no?
Y todo ello porque la ciudadanía no ve tan claro que el cambio
climático sea una realidad tangible. O a lo mejor, tan sólo, no quiere
asumirlo. Lo primero supondría que la hipótesis del cambio climático
no se podría confirmar con la rapidez y rotundidad que al principio
parecía. Lo segundo, más problemático, nos hablaría de una sociedad
-la nuestra- insensible ante esta trascendente cuestión ambiental. De
ambos ingredientes se compone el estado de la cuestión del cambio
climático en la sociedad española.
Llevamos unos años de divulgación indiscriminada del tema del cambio
climático. En mi opinión esta cuestión saltó excesivamente temprano a
la opinión pública, dejó pronto de ser un tema de investigación
científica básica de enorme importancia para el futuro de la humanidad
y pasó a convertirse en un eslogan fácil. En las conversaciones con
los vecinos en el ascensor no hay quien se atreva hoy a negar que el
tiempo caluroso o frío diario es causa del cambio climático. Nos hemos
vuelto expertos en clima, como ya lo éramos en cuestiones
futbolísticas. Se ha hecho un flaco favor a la ciencia, en beneficio
del titular llamativo. Y por eso cada cierto tiempo hay que alimentar
el relato de hechos desastrosos. Parece, además, que la aportación de
sobresaltos debe ser cada vez más impactante, porque nos vamos
haciendo insensibles a los probables escenarios de peligro futuros. La
verdadera ciencia climática española, la climatología geográfica, ha
sido siempre muy prudente ante la hipótesis del cambio climático que
está en juego. Incluso a menudo ha reaccionado a la defensiva ante las
barbaridades sin fundamento que se difundían a la sociedad. Y todo
porque es consciente de la dificultad inherente al estudio del tiempo
y clima mundial y sobre todo a la complejidad que supone la plasmación
territorial de los fenómenos atmosféricos. La Comunidad Valenciana es
un buen ejemplo de ello. En las investigaciones sobre cambio climático
realizadas durante los últimos años en nuestro territorio se llega a
la conclusión de que ni las temperaturas ni las precipitaciones han
registrado una alteración significativa en sus valores medios. Para
ello es necesario analizar observatorios rurales y no sólo urbanos
como suele hacerse. No se aprecia, de momento, un aumento en la
evaporación que sería la consecuencia lógica del incremento térmico.
Es absolutamente falso afirmar que en la actualidad se producen más
peligros climáticos que hace unas décadas en la Comunidad Valenciana.
Las estadísticas de episodios atmosféricos de rango extraordinario no
señalan nada en este sentido. Otra cosa es que el riesgo ante
determinados episodios, sequías, inundaciones y temporales marítimos
esencialmente, haya aumentado porque la sociedad valenciana está
actuando de forma imprudente con la naturaleza, ocupando espacios
inundables o primerísimas líneas de costa y cultivando o edificando
por encima de los recursos hídricos existentes. Por tanto, no hay más
peligros pero sí hay más riesgo.
Estamos ante un tema muy serio que hay que seguir investigando en
profundidad. Los indicios de cambio que se aprecian en el clima
mediterráneo son el aliado perfecto para animar nuevos análisis más
allá del mensaje reiterado de la subida de temperaturas. Lo
fundamental es aclarar cómo se manifestará ese aumento térmico en las
pautas meteorológicas diarias o lo que es lo mismo, si se pueden
llegar a modificar los tipos de tiempo que hoy configuran nuestro
clima. Queda mucho por hacer. El aumento de precipitaciones de barro
que se registra en los últimos quince años puede hablar de la mayor
influencia de la Célula de Hadley en nuestra atmósfera mediterránea.
De confirmarse, si que estaríamos ante un cambio climático real.
Por eso duele tanto que la difusión de noticias sobre el cambio
climático haya caído en el tremendismo mediático del que la sociedad
empieza a mostrar cansancio. Se está echando por tierra el trabajo de
muchos investigadores españoles que llevan años intentando demostrar
si las alteraciones actuales del clima son reversibles o no, si estas
pulsaciones son tan dramáticas como se nos afirma o no. Y todo porque
el sensacionalismo ha triunfado sobre la ponderación a la hora de
transmitir los mensajes sobre el tiempo y el clima. Y ha triunfado
también el mensaje único frente al contraste de opiniones. Hay
realidades como la que nos ocupa que teniendo un fondo general de
certeza puede encerrar matices e incertidumbres.
La investigación científica debe divulgarse al gran público, pero no
debemos caer en la vulgarización. Y desafortunadamente, en la cuestión
del cambio climático, caemos muy fácilmente en este error creyendo que
así podemos ganar adeptos para una causa sobre la que la sociedad ha
terminado por hacer la vista gorda, mostrando escaso interés por el
conocimiento de sus condiciones ambientales futuras. Y así sale
perdiendo la investigación científica y la sociedad.