Yo tengo otra percepción más positiva (o quiero tenerla) de mis paisanos: la del hombre sociable, trabajador, hospitalario, serio, tenaz, respetuoso, justo, independiente y curioso. Aunque he de reconocer que abunda el tipo mezquino, envidioso, corto y rapaz.
Recuerdo, cuando era niño, a todo el pueblo participando en los frecuentes trabajos comunales (ese "comunismo" serrano, tan poco conocido) o en favor del vecino, el respeto existente siempre por "lo común" (dehesas, montes, ganados, tradiciones, dulas, etc.), la preocupación constante por la gente mayor y por los desfavorecidos, las largas charlas en hermandad en las puertas de las casas al sol del tardío mejores que cualquier psicólogo, la frecuencia de los ahorros y la previsión de modo que aquí nunca entró el hambre y se pudo mandar a los chicos a estudiar, etc., etc.
No sé, supongo que eran otros tiempos.
Y lo grave que era en tiempos cortar un roble; algo que se veía muy pocas veces. Los árboles no se cortan, se podan a lo más, me han enseñado a mí (en eso no doy la razón a Machado)... de ellos dependía el engorde del guto, la leña, el ramón, etc. Eran siempre un bien muy preciado, sobre todo si eran viejos y grandes (por eso tenemos aún esos pies monumentales de roble, de haya, de acebo, etc.).
Pero, como digo, ahora todo ha cambiado. Los usos comunales -con tradición de siglos- y el sentido "del común" han practicamente desaparecido y, ahora sí, se ve campar a sus anchas a muchos Caínes machadianos...