A ese respecto, te contaré algo, ya que veo interés.
Hasta hace unos 20 años, aquí no había vacas para carne en el monte.
Sólo las que se tenían en casa, para leche y para los trabajos del campo; pocas en cada casa (1 ó 2 lo normal, a veces hasta 5-6). Esas vacas estaban supercuidadas. Domían siempre en casa, y de casa al prado, a ordeñar, a echar el jato, etc. Eran vacas de raza pura (negra ibérica): altas, grandes, duras, buenas madres, fuertes para la saca y la labra.
Ahora el monte está lleno de vacas sarnosas, de mil castas, que pasan más hambre que el perro de un afilador. Cada ganadero tiene una porción de ellas (20-40-100-200...)... pasan más frío que Cristo en el Gólgota y penan como las almas del purgatorio. Se pierden, producen accidentes de tráfico, toran al personal. No entran a casa jamás, no dan leche, ni curran, sólo crían un jato medianejo, cuando no abortan, y el ¿dueño? lo encuentra.
Pues bien, en mayo y junio, estas vacas se dedican principalmente a tirar pequeños árboles (los tronchan, con una curiosa técnica) para comerles las hojas tiernas. Sobre todo machacan los robles y las hayas de pequeño diámetro (5-20 cm.)... cientos de pies.
Y en invierno se pulen los acebos como si fueran la plaga de la langosta, de la gazuza que pasan, con la nieve y el frío; que esto no está hecho para ellas.
El lobo ni las toca; sólo, muy de cuando en cuando algún jato tísico.
Pero son los más que mueren al nacer, y se los adjudican al cánido, para cobrar una buena pasta.
Pues eso... y así todo.