IntroducciónEl papel del Sol en el cambio climático sigue siendo cuestionado, no tanto porque no hayan datos que avalen la hipótesis sino por la falta de un mecanismo aceptado por la comunidad que permita explicar como cambios relativamente pequeños en la insolación o la irradiancia solar puedan tener efectos tan grandes en el clima global, en otras palabras falta una explicación coherente de las retroalimentaciones que hacen posible esa amplificación de efectos. Se cree que han sido cambios relativamente pequeños en la insolación, a causa de de pequeñas variaciones quasi-periódicas de los parametros orbitales de la Tierra, los causantes de las pasadas glaciaciones (Teoría de Milankovitch). El problema que muchos autores han visto en esta teoría consiste en que los cambios de clima tan abruptos asociados con el paso de las edades de hielo a los periodos interglaciales son demasiado grandes para ser explicados por cambios en la insolación tan pequeños como los que provocarían las variaciones orbitales, con lo que no queda más remedio que acudir a tener que postular algún tipo de fuerte mecanismo de retroalimentación positiva. Otro problema inherente a la teoria de Milankovitch está en que, mientras en el último milón de años las glaciaciones se han sucedido cada 10.00 años, anteriormente éstas se daban cada 40.000 años, lo que no concuadra en absoluto con la teoría. Incluso se ha visto en ocasiones que el aumento de temperaturas ha precedido en 10.000 años a la causa de la que se supone que es consecuencia. Se podría explicar estas incongruencias si se introduce la posiblidad de cambios periódicos en la actividad solar. Una lista de de estas inconsistencias y su posible esplicación se pueden ver en
R. Ehrlich, Solar Resonant Diffusion Waves as a Driver of Terrestrial Climate Change, arXiv:astro-ph/0701117v1. También hay que decir que, por ahora y a pesarde ésto, la teoría de Milankovitch goza de ámplia aceptación.
Como hemos dicho, si los cambios en la irradiancia solar han de tener influencia sobre el clima global tendremos que se requiere algún mecanismo potente de retroalimentación. Varios mecanismos son los que han sido algunas veces propuestos enla literatura científica, una posiblidad, por ejemplo, sería el calentamiento de la estratosfera por un incremento de la radiación ultravioleta, seguido de un acoplamiento de la estratosfera calentada en exceso con la baja atmósfera. Otro mecanismo pudiera ser el efecto de los rayos cósmicos galácticos sobre el clima. Este último mecanismo es sobre el que hablaremos, en particular sobre la influencia de la actividadsolar con las variaciones del albedo terrestre.
Sabido es la poca consideración que ha tenido el papel del sol por parte del IPCC en su
Summary for Policymakers de 2007, a pesar de existir bastantes evidencias de lo contrario, si miramos los datos climáticos desde el año 1750, dado como referencia por el IPCC.
Los datos que muestran una clara correlación entre variaciones solares y temperatura global han sido muchas veces ignorados o tratados como simples correlaciones sin importancia, básicamente por la inexistencia de una base teórica que explique esas correlaciones. Pero esa es una postura dificilmente aceptable, dado que el argumento más potente que se da a favor del cambio climático causado por el aumento del CO2 es precisamente la correlación existente entre el aumento de éste y el de las temperaturas, especialmente desde 1970. Deberíamos recordar que, antes de los 70's, la mayoría de los climatólogos creían firmemente que ibamos de cabeza hacia una nueva glaciación.
Claro que, en el caso del CO2, existe una muy buena base teórica que explique el mecanismo de unión entre los cambios de concentración de un gas con efecto invernadero y los cambios de temperatura global, en especial en el caso del CO2, éste es un absorbente de radiación infraroja, y su efecto se puede explicar muy bien con un simple modelo unidimensional de equilibrio radiativo (como Vigilant dixit).
Para el que no esté familiarizado con estas cuestiones, el concepto clave aquí es el del
Forzamiento Radiativo, que definiremos como la variación de flujo radiativo neto, medido en [tex]w/m^2[/tex], a nivel de la tropopausa que sea resultado de cualquier proceso que actúe perturbando el sistema climático. Se acepta que esta definición es la más adecuada para caracterizar la respuesta de la superficie terrestre y de la trposfera antes una perturbación radiativa una vez que la estratosfera haya llegado a un equilibrio térmico, basándose en el hecho de que el tiempo que necesita la estratosfera para alcanzar dicho equilibrio es muchísimo menos que el que necesitaría el sistema acoplado superficie-troposfera. Ejemplos de forzamiento radiativo serían tanto cambios en la irradiación solar incidente como cambios en la concentración de gases que absorban la radiación que emite la tierra (infrarojos).
si consideramos el caso del dióxido de carbono, éste es considerado a menudo como el gas de efecto invernadero más importante, tanto por los medios de comunicación como por la literatura popular. Cualquiera familiarizado con la climatología sabe que ésto no es completamente correcto. El vapor de agua es, con mucho, el más potente gas de efecto invernadero, pero es excluido ya que es tratado como retroalimentación por los modelos climáticos. Desgraciadamente ésto no es del dominio de la mayoría del público, y parece que tampoco de muchos políticos. La realidades que el CO2 es un gas invernadero menor, responsable de una fracción pequeña del efecto invernadero terrestre. Incrementado la cantidad de CO2 en la atmósfera al doble, por ejemplo, no dobla a su vez la cantidad de radiación infraroja absorbida. La razón de ésto tiene que ver con el modo en que están distribuidas las bandas de absorción del CO2 en el espectro infrarojo, concretamente en el espectro de emisión de la Tierra. El CO2 tiene tres bandas de absorción: 4,26, 7,52 y 14,99 [tex]\mu{m}[/tex]. El espectro de emisión de la Tierra tiene su pico entre los 15 y los 20 [tex]\mu{m}[/tex], disminuyendo rápidamente conforme disminuye la longitud de onda.
A pesar de que sólo hay trazas de CO2 en la atmósfera, ésta es virtualmente opaca a la longitud de onda de 14,99 [tex]\mu{m}[/tex], así que la radiación procedente de la superficie que alcanza la tropopausa es prácticamente cero.
Claro, si esta fuese toda la historia, se podría decir que por más CO2 que pusiésemos en la atmosfera, su efecto invernadero sería nulo y no podría causar ningúna subida de temperatura terrestre. Sin embargo, aunque la banda de 14.99 micras esté esencialmente saturada, el añadir más CO2 influirá en los márgenes de la banda de absorción, haciéndola un poquito más gruesa. Así que a causa de este efecto marginal, el forzamiento radiativo causado por un cambio de la concentración del CO2 es proporcional al logaritmo natural del cambio proporcional de concentración de este gas.
Específicamente, el IPCC da
[tex]\Delta F = \alpha \ln(\frac{C}{C_0})[/tex]
donde [tex]C[/tex] es la concentración de [tex]CO_2[/tex] al momento en cuestión, [tex]C_0[/tex] es la concentración a un momento de referencia dado, y [tex]\alpha[/tex] -con dimensión [tex] w/m^2[/tex]- sería la sensibilidad del clima a cambios en la concentración del anhídrido carbónico. El valor de [tex]\alpha[/tex] dado por el IPCC incluye implícitamente los efectos radiativos de la cobertura nubosa global.
La validez de esta aproximación se rompe para valores de concentración muy bajos o superiores a 1000 ppmv, pero es válida en el margen de interés para nosotros. Así que la temperatura terrestre es relativamente insensible al cambio de la concentración del CO2. Al contrario que la dependencia logarítmica del forzamiento, cosa que está muy bien entendida físicamente, por otra parte con coeficiente [tex]\alpha[/tex], como que incluye el efecto de la nubosidad - la mayor incerteza de los modelos climáticos-, se pueden esperar grandes errores. Y ese es de hecho el caso.
El valor de [tex]\alpha[/tex] utilizado por el IPCC en 1990 fue de [tex]6.3 w/m^2[/tex], en 2001 de [tex]5.35 w/m^2[/tex] y en 2007 de [tex]5.5 w/m^2[/tex]. Los dos últimos valores, comparados con el primero, implican un error como mínimo en el rango del 15-19%. Como resultado, se podría decir, dadas las incertezas asociadas con [tex]\alpha[/tex], que el mejor argumento para defender el forzamiento climático antropogénico por emisiones de CO2 es el simple hecho de su correlación con la temperatura.
De hecho, los científicos empezaron a estudiar el cambio climático basados primordialmente en la observación de que el CO2 subía y la noción, basada a su vez en argumentos radiativos simples, que la emisión de CO2 no podía continuar sin que se produjera algún tipo de cambio en el clima global.
Pero la cuestión es... ¿Cuanto cambio?