la verdad es que es graciosísimo leer algunos post iniciales, quejándose de que "ya se estaba echando la culpa a los cazadores" sin saber nada,
o sea que 6 imperiales envenenadas a final de temporada de veda, justo el momento clásico para empezar a poner veneno, en un coto con infinitos antecedentes de carnicerías... y no es más que de cajón pensar en la gestión/actividades cinegéticas de la finca como los responsables de estos hechos. Es verdad oye, qué mal pensados somos, es sabido que son los mayores conservadores de la naturaleza, ellos mismos lo dicen.
No hombre no, han sido los... encofradores. O más bien, creo yo, los profesionales de... la calceta y el punto de cruz. Ups! vaya por dios, pues parece ser que han sido los de siempre.
A modo informativo, pongo un testimonio recogido en otro contexto, porque algunos todavía tendrán dudas "muy razonables" del móvil de los hechos.
"(...) hace unos 25 años (ya en plena democracia consolidada) tuve la oportunidad de visitar (no me pregunteis en calidad de qué) la Encomienda de Mudela, incluyendo las dependencias de la propia casona donde se alojaban las personalidades (reyes, aristócratas y dictadores protagonistas de tan pintorescas cacerías). Recuerdo con asombro como en los varios kilómetros de carretera que llevaban a la entrada de la casa se nos cruzaron tal cantidad de perdices por delante del coche que creo nunca llegaré a superar ese número en los años que me queden de ornitólogo aficionado. Nos atendió el propio encargado de la finca, que al poco de recibirnos nos quiso sorprender con una demostración de la riqueza cinegética de la propiedad, imitando unas curiosas onomatopeyas a las cuales acudieron a nuestros pies, surgidas de la espesura, una docena de perdices a comer los granos que este pintoresco personaje arrojaba al suelo delante de nuestras narices.
Entre las curiosidades que este buen hombre nos enseñó, me impresionaron unos libros polvorientos, verdaderos documentos históricos, donde se recogian las actas de las cacerías más importantes que se habían realizado en la finca. Recuerdo alguna en concreto, organizada por Alfonso XIII, en la que se abatieron varios miles de perdices durante la misma jornada.
Pero la guinda de la visita fue cuando el encargado nos enseñó el tesoro que conservaban en el desván de la casa: una colección de animales disecados, cazados a lo largo de una buena serie de años en la propia finca, que habría hecho palidecer a los fondos del propio Museo de Ciencias Naturales. Buena parte de ellos cazados por el señor que nos hacía de ciceron. En su día tome nota, para que la memoria no me traicionara, de lo que allí llegué a ver, pero no he podido encontrar aquella lista, así que cito de memoria los que recuerdo: aguilas imperial, real, perdicera y calzada, buitre negro y leonado, milanos, ratoneros, cernícalos, gavilanes y azores, un lobo, un lince, varios mustélidos, buhos, lechuzas y mochuelos, un gato montés, abejarucos, avutarda, pequeños paseriformes (recuerdo en particular un precioso macho de Escribano soteño), una garza real, gangas y ortegas y muchos otros más, además de una colección de huevos de todos los tamaños. Algo realmente sobrecogedor. Cuando este buen hombre terminó de enseñarnos su colección privada, para terminar de ufanarse nos comentó cual fue la reacción de su majestad Juan Carlos I el día que le enseñó por primera vez su colección: "me dio un tirón de orejas (se supone que cariñoso) y me dijo: "¡Furtivoooo!", nos contó mientras no podía evitar una risilla.
¿Qué estas cosas siguen pasando en rincones tan hermosos como ésta? Siguen pasando y nunca han dejado de pasar (...)"