El inicio del resplandor del monasterio se situa a partir del siglo X, cuando un noble llamado Tasi y el conde Gausfred d'Empúries se interesaron por Sant Pere de Rodes. El monasterio recibió grandes donaciones de tierras por parte suya y consiguió preceptos y privilegios de los papas y los reyes francos, como el que en el 994 lo convirtió en abadia.