Bueno, lo cierto, verdadero e indiscutible es que a día de hoy, no tenemos constancia de la existencia de vida más allá de nuestro planeta.
Estadísticamente todo apunta a que debe haber miles de civilizaciones desparramadas por el universo, algunas de ellas seguramente más avanzadas, donde ya hayan estrenado películas que aquí a la tierra todavía no han llegado, otras más atrasadas, que siguen esperando el advenimiento de los móviles de última generación y sobre todo el whatsapp.
Pero insisto, a día de hoy no ha habido un sólo ser humano en la tierra del que tengamos constancia que haya dejado un testimonio fehaciente, contrastado y documentado de la existencia de vida de forma alguna ajena al planta tierra.
Hace unos 15 años, cuando la tecnología digital se expandía a velocidad vertiginosa por toda en planeta -me refiero básicamente a cámaras digitales de foto/video/móviles etc etc sumado a internet- pensé.. "Ahora que todo el mundo tiene una cámara a mano y lo puede difundir fácilmente, se van a disparar los casos de avistamiento de ovnis etc".
Pues bien, todo estos años después y nada ha cambiado:
En youtube puedes encontrar videos más o menos curiosos sobre avistamientos, apariciones marianas -me refiero a la Virgen María, no a Rajoy- y cientos de miles de alquimistas del absurdo que te enseñan en tres cómodos tutoriales a transformar el plomo en oro.
En todas las televisiones mundiales hay presentadores como Iquer Jimenez que presentan semanalmente nuevos casos que no aportan absolutamente nada novedoso, y que ya ni siquiera dan miedito.
Marina D´or sigue siendo la ciudad veraniega por excelencia de amplias capas de la población turística patria y dentro de este panorama, Belén Esteban sigue siendo un fenómeno inexplicable allende nuestras fronteras.
Pero aparte de todos estos fenómenos de dificil justificación, cada vez hay menos cosas en el mundo que no se puedan explicar con un ipad en la mano y unos sencillos -o no tan sencillos- cálculos numéricos.
Quedan algunas cosas, quizá las más importantes, que no se someten a las reglas matemáticas o físicas, como la ilusión de un niño la noche de Reyes Magos o la emoción que algunos sentimos al ver el cielo estrellado y de vez en cuando, una estrella fugaz. Ah, y por supuesto, el amor.