Otras veces no se pone alerta, llueve en un solo punto de una provincia entera, y nos quejamos: "¿donde estaba la alerta?"...
fuente: 20minutos...
El temporal deja un río desbordado en Granada y vías cortadas en MálagaREDACCIÓN. 04.10.2007 La A-367 y la A-340. Las lluvias volvieron a asustar ayer a los granadinos. Un arroyo se desbordó en Riofrío (Loja) y derribó seis piscinas de la piscifactoría Sierra Nevada, la única del país que produce caviar. La crecida ha dejado 200.000 truchas jóvenes muertas. Por otra parte, se inundaron viviendas y comercios de Motril, Loja y Ogíjares, y tres túneles de la capital y el área metropolitana que conectan con Armilla.Mientras, en Málaga, el agua afectó a numerosos semáforos de la capital y dejó atrapados a vehículos en varios puntos. Los apagones dejaron sin agua a vecinos de Churriana y El Cónsul, y se anegaron la A-340, en Puerto Banús, y la A-367, en Teba. Por la mañana, pudo ser localizado un hombre que quedó atrapado en la desembocadura del río Guadalhorce por la crecida del río.
fuente: ideal...
fotos de Riofrio:
http://www.ideal.es/granada/multimedia/fotos/5252.htmlGRANADA
Una riada arrasa una piscifactoría de Riofrío e inunda viviendas y restaurantes a su paso
Las aguas destruyen una estación depuradora a punto de ser inaugurada y terminan con 200.000 alevines de trucha y 1.000 esturionesJOSÉ E. CABRERO / YOLANDA AGUILERA.
Las localidades lojeñas de Riofrío y Venta de Santa Bárbara, y el núcleo de población de la Atajea, en la Venta del Rayo, han sufrido las graves consecuencias de la tromba de agua caída en la madrugada de ayer miércoles, 3 de octubre, en las que, si bien no han de reseñarse daños personales, los económicos pueden ser muy cuantiosos a tenor de las múltiples pérdidas que han soportado instalaciones de acuicultura, establecimientos hosteleros e, incluso, servicios públicos como la estación depuradora de aguas residuales de la Atajea, que iba a inaugurarse próximamente.
Entre la una y media y las tres de la madrugada la lluvia arreció en toda la zona hasta alcanzar tan devastadora situación. Tal fue así, que cuando los vecinos de la localidad y los propietarios y trabajadores de los establecimientos afectados pudieron ver los efectos de la riada, no daban crédito a los que sus ojos percibían.
El origen Un gran curso fluvial, fruto de los caudales desbordados y unidos de los ríos Frío y Salado, se precipitaba arrastrando con su corriente de agua, lodo, ramas, cañas y residuos. Todo lo que encontraba a su paso.
La plaza San Isidro de Riofrío quedó rápidamente anegada y, en consecuencia, todas aquellos parajes, locales o instalaciones que se encontraban en una cota inferior.
La tromba taponó el ojo del puente nuevo que une ambos márgenes del río Salado y las aguas lo superaron, lo que significa una crecida, por una zona tan pacífica como aquella, de más de dos metros de altura, algo que atestigua la línea marcada por las aguas en el viejo puente califal, cuyo ojo principal quedó también bajo el cauce.
Alberto Domezain, director de investigación de la piscifactoría Sierra Nevada, describió la situación de su empresa como «menos mala de lo que pueda parecer». Tienen cuatro fases repartidas por Riofrío, lo que supone un total de 100 piscinas.
«Afortunadamente ha afectado a la parte más pequeña, y sólo hay seis piscinas completamente destruidas», explica. Las seis piscinas que conforman la fase b de sus instalaciones, situada entre ambos ríos, quedaron cubiertas por el manto de lodo, arrastrando a más de 200.000 alevines de truchas, lo que supone haber perdido el 20% de la producción de este año; y a más de mil esturiones. «Todo ha sido una mala pasada -analiza Domezain- por los muros que tenemos en esas piscinas. No son muy altos, están pensados para el turismo y para que cualquiera pueda ver a las truchas saltar en el agua. De todas formas, esperamos que en siete meses recuperemos la forma en la producción de truchas y, en algo menos de un año, las de esturión». Una importante pérdida que pudo ser mucho más grave de haber sucedido en las instalaciones que esta piscifactoría tiene al otro lado de la autovía A-92.
Unas piscinas en las que ahora se crían los grandes esturiones de los que se extraen las huevas con las que se produce el reputadísimo caviar de Riofrío. En este caso, afirma Alberto Domezain, «se habría hablado de una gran tragedia. Gracias a Dios, la pérdida del caviar es recuperable y dentro de un mes estaremos en pleno rendimiento».
«No obstante -apuntaba este experto en acuicultura- cualquier valoración actual es aventurada, pues sólo se sabrán realmente las pérdidas cuando se produzca la exacta evaluación del siniestro».
Otros casos A pocos metros se encuentran el restaurante Quintana y el Hotel Paco Rama, otros dos negocios que han sufrido la fuerza devastadora de las aguas. En el primer caso puede hablarse de toda la maquinaria, mobiliario y enseres, además de productos de alimentación y bebidas perdidas. En el segundo, han sido los almacenes los que quedaron bajo un manto de agua y barro superior al metro de altura. Francisco Rama, su propietario, se afanaba con otras personas por achicar agua y tratar de recuperar otros bienes.
También se han visto afectadas de forma muy considerable las instalaciones, almacenes, productos, equipos de bombeo y refrigeración de Jardines del Chiringo, Mesón, Hostal y Venta de Riofrío, pertenecientes al grupo que lidera Joaquín González. Y asimismo, una empresa dedicada a la venta e instalación de casas prefabricadas de madera, veía como dos de sus casas quedaban bajo un nivel de agua cercano a los dos metros por el desbordamiento de una acequia.
Primera estampa Ese, además de los daños sufridos por el Coto Intensivo de Pesca de Riofrío -perteneciente al Ayuntamiento de Loja, que ha perdido toda su reserva de truchas-, era el panorama con el que cualquier visitante se encontraba nada más llegar a esta localidad lojeña.
Desde primera hora de la madrugada, agentes de la Policía Local, Guardia Civil, Parque de Bomberos y operarios municipales, se personaban en la zona siniestrada. Sin embargo, las labores de desescombro, limpieza y saneamiento, no pudieron comenzar hasta que se colaron entre las nubes las primeras luces del día.
El alcalde lojeño, Miguel Castellano, se personaba en Riofrío en las primeras horas de la mañana, acompañado del concejal de Urbanismo, Juan Francisco Mancilla. Explicó que «el principal aporte de lluvia a esta riada ha debido producirse en la cabecera del río Salado, en la falda de Gibalto y próximo a Fuente Camacho».
Desde allí, discurriendo por no pocos desfiladeros, el cauce ha ido creciendo y nutriéndose de ramas, troncos, piedras... con un paso devastador por su ribera.
En ese tramo, de 10 kilómetros, se encontraba la nueva estación depuradora de aguas residuales de la Atajea, destinada a depurar las correspondientes de ese núcleo vecinal y de Venta del Rayo. Una instalación que esperaba inaugurarse en fechas próximas y que no será posible por las obras de reparación y restitución a las que ahora se ven obligados.
Igualmente la estación depuradora de aguas residuales que se está construyendo en Riofrío ha sufrido las consecuencias de la riada, pero afortunadamente, en este caso, al encontrarse en una fase inicial ha evitado costes mayores.
GRANADA
Lo que vieron las ventanas de Riofrío
La madrugada del miércoles trajo muchas historias a este anejo de Loja que, impotente, sólo pudo mirar cómo el cielo se les venía encima. Hoy sólo quedan zapatos manchados 04.10.07 - JOSÉ ENRIQUE CABRERO /
DESOLACIÓN. El agua inundó almacenes y sótanos y malogró todo tipo de mercancías. CUANDO el mundo se te viene encima y sólo puedes mirar, la impotencia te domina. Mirar más allá de la ventana y ver un río donde antes había un camino. Mirar como los animales claman calor humano y se amparan en lo alto de una caseta a un aullido sin respuesta. Mirar como tu negocio se hunde. Mirar el fango escalar a más de metro y medio de altura por la fachada de tu casa. Mirar a miles de peces sacados de su hábitat buscando unos pulmones con los que sobrevivir. Mirar el vaho que deja el asombro en los cristales de un pueblo incrédulo. Mirar y sólo mirar. Impotencia.
Así estaba Mari Carmen a las 1.15 de la madrugada, encharcada en unos ojos vidriosos que no eran capaces de centrarse en una sola escena: bajo su ventana una tapia de algo más de un metro de altura no soporta las embestidas que una y otra vez lanza la riada que cae montaña abajo. El muro se desprende sobre una verja. El agua tarda poco en inundarlo todo. Los animales que allí descansaban confiesan sus últimos pecados a Dios. Tres perros se encaraman a una caseta y sobreviven, el resto -gallinas, canarios y otros dos canes- se unen al esperpéntico color marrón que asedia el hogar de Mari Carmen.
Al otro lado de la calle, un coche baja a toda prisa perseguido por la riada. Se trata de uno de los guardias de seguridad de la piscifactoría Sierra Nevada, que corre a ayudar a sus compañeros en la zona más afectada. Sin embargo, el agua es más rápida y antes de que pueda darse cuenta pierde el control: las ruedas de su vehículo no responden a sus órdenes. «Salí con el agua al cuello, literalmente. Pero salí». El coche terminó destrozado en la cuneta de lo que solía ser la carretera, algo que no impidió que atravesase la riada y llegase a su destino. Cuando le preguntaron cómo estaba, respondió: «Soy africano, y en mi país estamos acostumbrados a las desgracias y a los contratiempos. Puedo soportarlo. ¿Qué se puede hacer?»
Contracorriente
Tras los muros de la piscifactoría, miles de peces nadan contra la corriente que les empuja a salir del agua. Una causa perdida. Un orden caótico les va a asignando su lugar en el fango, haciendo de la orilla del río, un terrible y forzado cementerio, casi una duna de barro lisa, perfecta en la forma, sin más rasgaduras que las figuras de las truchas ahogadas de oxígeno.
Antonio volvía de trabajar del restaurante cuando lo encontró en el suelo. «Había peces por todas partes, pero éste me llamó la atención por su tamaño. De hecho, cuando lo cogí estaba muerto y ahora no». Al llegar a casa dejó al esturión -un ejemplar joven, de unos 40 centímetros- en la pila del lavadero. Por la mañana estaba recuperado.
Aquella fatídica noche, frente a la escuela, un rebaño de ovejas caía a la intemperie camino abajo. Jesús se encargaba de cuidarlas y de alimentarlas a diario; hoy, su gesto y sus resoplidos contienen la marea que va por dentro y, ahora, ataviado con botas y armado con una pala, ayuda a limpiar los sótanos del restaurante donde trabaja. «Hay barro por todas partes... esto es una barbaridad».
Pese a lo que cueste creerlo, la madrugada del miércoles, Antonio, profesor jubilado de la escuela, dormía plácidamente. «A eso de las 3.15 empecé a oir golpes secos en su puerta. No les hice mucho caso porque pensé que si era alguien que venía a casa llamaría al timbre». Lo que Antonio no sabía era que el agua había inundado por completo su sótano, echando a perder kilos de patatas, piensos de animales, ristras de ajos y cebollas... Y que, además, el agua había provocado un cortocircuito dejándole su hogar sin electricidad. «Cuando abrí la puerta, había dos guardias civiles que me preguntaron si era consciente de lo que había pasado. Obviamente no lo era».
Bajo suelo
El sótano de Antonio fue lo que decenas de vecinos del pueblo encontraron por la mañana. La peor parte se la llevó Francisco Rama, encargado del restaurante Quintana, que se encontró con los cristales de la puerta rotos y con medio metro de fango por todas partes. «Menos la máquina de café se ha perdido todo: congeladores, cocina, platos, comida, sillas, mesas... imagínate, los frigoríficos estaban boca abajo». Son las 15.00 horas y Francisco pasa la tarde trabajando en el restaurante que lleva su nombre y que construyó gracias a lo que pudo ahorrar en el Quintana. Al ritmo de la cafetera, Rama llena tazas para quitar el sueño que anoche no pudieron coger. «A la hora de la riada estaba encerrado aquí, mirar fue una impotencia total. Gracias a Dios allí no había nadie y no ha pasado nada peor. De todas formas -confiesa con mirada noble, sufrida-, ahora mismo no soy yo».
Después de comer, los alrededores del río estaban repletos de huellas que habían ido y venido. Los bancos no invitaban a sentarse. El cielo aún estaba encapotado y las nubes se mantenían como firma inolvidable. Mari Carmen, repuesta y enfrascada en tareas de limpieza, mira al cielo y se estremece ante un tronío que anuncia nuevas lluvias. «Por favor, por favor», suspira mientras se santigua. Chispea y ella se estremece.
Mientras, un torpe fotógrafo, de los muchos que visitaron ayer Riofrío, pasa frente a su puerta con unos zapatos emborrizados de los que sólo queda el recuerdo. Resbala y casi cae. «Pase usted -le espeta-, que así no va a ninguna parte». Y con un trapo y un cuchillo quita el barro. Sonríe. «Ya está», dice. No hay que mirar más.