Hay un ejemplo de la influencia de la política en el clima. Es el viejo truco de las etiquetas.
Antiguamente los descubrimientos geograficos eran casi secretos de estado, incluso antes de Colon. Cuando los vikingos descubrieron Groenlandia, la llamaron asi para dar a entender que era una zona verde y habitable y que los futuros exploradores se dirigieran a Groenlandia y no a Islandia, que si que era habitable. Es decir, usaron una etiqueta, un producto cultural o político, para confundir la realidad objetiva de los hechos.
Ahora puede estar pasando lo mismo, se usa una etiqueta, el llamado calentamiento, que mas allá de la Física Matemática que usa la meteorología, la climatología y el metodo científico, para entrar de lleno en terreno político y económico.
En este terreno se acaban las complejidades. Algo tan complejo como el clima, pasa a tener soluciones simples, pero soluciones que son dadas y de alguna manera impuestas por los propietarios, es decir, el capital, el petroleo, los medios de comunicación, etc. , como no puede ser de otra manera. Como decia Antón, en Kioto el petroleo no se toca, el carbon si. La razon es que el petroleo esta en muy poquitas manos, mientras que carbon hay por todas partes. Por tanto el petroleo es simplemente un objetivo estratégico vital (de vida o muerte) para esta civilización.
A fin de cuentas en la apuesta por el calentamiento la solucion simple es tan sencilla como que el precio del petroleo subirá, y subira y subira. Esa es la solución, que es de cajón. Ya sabeis a quien va a beneficiar Kioto. O es que pensabais que el ejercito imperial esta encima de los pozos de petroleo para defender la libertaddemocracialuchaantiterroristablablabla? Esa es otra etiqueta.
Para caldear el ambiente gelido
LUIS CARLOS CAMPOS, desde España
Periodista, autor de Calor Glacial, El último Apocalipsis .
Réplica al artículo de C. Narbona, 16-02-05, El Mundo
“España se juega mucho en la aplicación de Kioto”
Mientras nieva en Melilla, Casablanca, Irán, Arabia Saudí, Baleares, Texas, etc, pretenden hacernos creer que el mundo va hacia un calentamiento. Algo grotesco, teniendo en cuenta el invierno pavoroso que se está viviendo en Canadá, EEUU, Europa o China. (“El imperio del Frío”, titula el corresponsal de El País en EE UU, en una crónica del 30-01-05)
Esta hipótesis se trata del mayor disparate científico de la historia. No tiene ninguna base, excepto el fanatismo medioambiental, la desinformación y oscuros motivos político-económicos.
El Protocolo de Kioto, que pretende frenar la contaminación humana de CO2, es un auténti-co esperpento completamente inútil e inoperante. Más que un proyecto científico o racional sería comparable en sus metas y presupuestos al funcionamiento o refundación del Circo de ángel Cristo, al chiste de Pichucas, el del muelle ( que vendió el coche para comprar gasolina ) o el clásico timo de la estampita, en el que las empresas españolas son obliga-das “mafiosamente” a pagar – según auditoria de Price Waterhouse – 19.000 millones de Euros a Alemania y Francia hasta el 2012 (luego más…) sólo para que estas les dejen contaminar “legalmente” usando sus derechos de emisión.
Hacen el protocolo para que no contaminemos, pero contaminar está permitido, siempre y cuando pagues una millonada a otro país que muy “inteligentemente” utiliza las inocuas energías nucleares. Algo demencial. El llamado Plan de Asignación de Emisiones es un robo, un negocio bursátil y una burla al raciocinio humano: un nuevo mercado de 200 millo-nes de euros, que, claro, le interesa a los especuladores, negociantes, políticos, bancos de inversión, organizaciones ecologistas y científicas (por las subvenciones), aunque todo sea una farsa.
Es un fraude sonrojante, porque los mayores contaminadores EEUU, China, India y Australia no lo tienen que cumplir, ergo, no sirve absolutamente para nada, excepto para arruinar a las empresas y los países, especialmente a los “pobrecitos” del Tercer Mundo..
Es un timo inefable, porque la temperatura de la tierra sólo ha aumentado 0,6 grados desde principios de siglo. Algo natural, mínimo y lógico al final de un periodo interglacial en el que nos encontramos.
Es una estafa sin precedentes, porque en 11.500 años, desde el principio del Holoceno o actual era interglacial, el CO2 sólo ha aumentado unas 90 ppm (partes por millón). Era entonces 280 ppm y es ahora de unas 360-70 ppm. Y la mitad de eso se debe a la agricul-tura (ej. quemas agrícolas en Indonesia, Page et Al, 2002). Es decir, montan todo este pitote apocalíptico por 45 ppm. ¡Una auténtica minucia!
Es un histriónico esperpento, porque el aumento del CO2 es natural: siempre ha ocurrido y siempre se suele incrementar antes de eras glaciales, hacia la que nos acercamos, como ocurrió en el Ordovícico hace 400 millones de años, en el que el CO2 era 15 veces mayor que ahora. O como aconteció antes de la glaciación de los dinosaurios en el que la concen-tración de CO2 era 900–3300 ppm, y nadie contaminaba entonces. Hace 580 millones de años era de 120.000 ppm, sin Kioto, sin Narbona, sin Tocino (quien nos metió con el PP en el Protocolo) y sin los alarmistas fanáticos de Greenpeace.
Es un pufo científico, porque el CO2 es bueno, natural y da prosperidad como dijeron Budyko (autoridad mundial) o el Nóbel sueco Svante Arrenhius, su descubridor en el siglo XIX. Aparte, el mayor gas invernadero es el vapor de agua. Las principales fuentes de CO2 son el océano y la vegetación. La contaminación antrópica representa sólo un 0,05 –0,25 % (Jaworowoski, 1999).
Es una engañifa mediática, porque no es el CO2 el que aumenta la temperatura, sino que es el aumento natural de temperatura lo que sube el CO2. El CO2 no determina el clima, sino los ciclos solares, los rayos cósmicos y la capa de nubosidad (Jaworwoski, 2004). En la última era glacial del Joven Dryas entramos en glaciación y el CO2 apenas disminuyó.
Es una farsa chapucera, porque el barómetro del calentamiento mundial, la Antártida, se enfría desde hace más de 30 años (Joughin, 2002, Doran, 2002, Blanchard 2002, Parkinson 2002, Raymond 2002 etc.). El deshielo de algunas partes es natural antes de las glaciaciones y se debe a causas no antrópicas (Domack, 2001). Lo mismo ocurre en el ártico, Noruega o Gro-enlandia.
Es un atraco a mano armada, porque los Polos y Canadá, cuyos cambios climáticos son la referencia básica para ver la evolución del clima global, indican un escenario futuro de frío y glaciación, no de calentamiento. (Przybylak, 2000). Los estudios del polen en Ontario (Jack Sauers, 2001-4), Canadá Sur, confirman que la Era Glacial ya ha comenzado allí, como ocurrió en el Emiense, anterior era interglacial, en el Sur de Francia. El caos climático actual – con inundaciones, terremotos, anormalidades meteorológicas, presencia de El Niño y la Niña y cambios en flora y fauna – indican que la fase glacial está ya aquí.
Es una vergüenza universal, porque los mayores glaciares del mundo, como los Svarti-sen, Engabreen, Briksdal de Noruega, o los de Alaska, Canadá, EEUU, Nueva Zelanda, o Patagonia, como el Logan, Hubbard, Nisqually, Franz Josef, y los Pío XI y el Perito Moreno, aumentan, no disminuyen. El deshielo en otras partes es normal antes de una era glacial, las dos últimas (hace 11.500 y 8.200 años) se debieron a la fusión del Lago Agassiz en Norteamérica, que cortó a la Corriente del Golfo, que es lo que pasará en una o dos décadas.
Es un disparate carcajeante, porque las mediciones del CO2 industrial pre-1750 son in-correctas, como ha denunciado (ante el Senado de EEUU) el destacado glaciólogo Zbig-niew Jaworowski, ya que la dinámica de los hidratos y clatratos distorsiona las mediciones en las burbujas de hielo. Jaworowski califica el protocolo de “infame” y predice una próxi-ma glaciación.
Es un dislate empírico, porque no hay manera racional y justa de medir las emisiones de CO2 de cada una de las empresas del mundo. ¿O es que existen contadores de CO2 en el cielo universal con datos irrefutables de cada empresa? Auténtica chapuza.
Es una burda mistificación, porque el hollín contamina más que el CO2 y nadie hace una campaña contra el hollín.
Es un incalificable despropósito ecológico, porque trata de beneficiar el consumo del gas natural, frente al petróleo o al carbón, para favorecer intereses económicos del Gobier-no socialista. (La Caixa tiene muchas inversiones en gas natural, etc.). Aparte, el proceso del gas natural es pelígrosísimo (recuérdese catástrofe de Los Alfaques, escape de gas etano) y produce más efecto invernadero que el CO2.
Es una fechoría gigantesca y mundial, porque la mayoría de los científicos del mundo – unos 18.000 – niegan el calentamiento y el peligro del CO2, como lo muestra la llamada Petición de Oregon (1998) (
www.oism.org) o la organización Greening Earth Society (
www.C02andclimate.org). Cientos, como Gribbin, Spencer, Seitz, Eisenhigh, Hoyle, Calvin, Conway, Singer, etc., auguran el frío pero los medios no les dan voz.
Es una falacia descomunal, porque como han denunciado Ruddiman y el famoso científi-co Sir Fred Hoyle, el efecto invernadero es hasta providencialmente positivo, porque está retrasando la Era Glacial que debería haber llegado ya con efectos catastróficos.
Es un mito inverosímil, porque miles de estudios critican duramente los estudios manipul-ados y especulativos (basados en modelos informáticos) del IPCC (expertos de la ONU) y Greenpeace en los que se basan las hipótesis del calentamiento (Braganza, Karoly, Arblaster (2004), Landsea (1996), Michaels (2004) etc…)
Es un disparate global, porque los estudios del calentamiento constituyen un gran negocio para los investigadores y burócratas de los organismos oficiales. Se gastan unos 5.000 mi-llones de u$s al año en estudios del clima. El alarmismo interesa. Hay mucha pasta a re-partir.
Es una opereta bufa, porque los datos que muestra Narbona de que en las tres últimas décadas la temperatura de España se ha incrementado 1,5 grados y se ha reducido los días de nieve, no son válidos, porque son parciales y locales. Los datos del calentamiento tienen que ser globales, ya que cualquier estadística puede ser manipulada ad hoc, como hacen sus mediocres y desconocidos asesores, sumisos voceros del IPCC y la Organiza-ción Meteorológica Mundial, cuyos jefes como Dahe Qin o Susan Solomon son fanáticos del calentamiento y el agujero de ozono, también completamente irreal.
Es un monumental insulto a la memoria paleoclimática, porque si la temperatura aumen-tara 4 o más grados como predicen los agoreros, el efecto nunca sería un calentamiento, sino el deshielo del ártico, que pararía la Corriente del Golfo provocando una era glacial.(Wally Broecker dixit, autoridad mundial). En plenas eras glaciales anteriores (Eventos Dangsgaard-Oeschger o episodio D19), la temperatura subió hasta 5º - 8º y 16 grados y no pasó nada que no fuera natural. Aparte, las catástrofes naturales producidas por las 5 grandes extinciones de la historia son infinitamente superiores a cualquiera producida por el ser humano. No ha lugar a preocuparse tanto por un ridículo aumento de 45 ppm de C02.
Etc…hay 10.000 razones más, pero que no caben aquí. Por lo tanto, pedimos debates pú-blicos con periodistas y científicos independientes, no sólo con los de Greenpeace de siempre y los científicos peloteros de la ONU. Pedimos una revisión crítica de las verdades oficiales y la dimisión de Narbona por incompetencia. Se hablaba de olas de calor y lo que ha llegado son olas de frío que han destruido casi todas las cosechas, como pasará en los próximos años. Llega una glaciación – hacia el 2026 con el mínimo solar de Gleissberg – no un calentamiento, y no existen políticas de prevención y emergencia.
LUIS CARLOS CAMPOS,
Periodista, autor de Calor Glacial, El último Apocalipsis .
http://mitosyfraudes.8k.com/Calen5/FraudeKioto.html