Permitidme una pequeña salida de tema, que no lo es tanto. Es sobre el argumento "peer-reviewed", por el que los partidarios del CGA tratan de silenciar cualquier cosa que no haya aparecido en las revistas guay (concepto revisable a su conveniencia).
Argumento muy conveniente para el "consenso", pero que no estoy nada convencido de que sea tan radicalmente conveniente para la ciencia. Porque tiene fallos calmorosos, de un origen bien rastreable. Todos hemos vivido este caso muy reciente. Yo en carne propia, y por eso me permito contarlo. Para que lo tengamos en cuenta siempre:
Hace algunos siglos adquirí una gastritis crónica, muy incómoda. Y no tenía la menor duda de como había sido, porque me llegó con un cocinero nuevo de un barco -un fantástico autor de las mejores paellas marineras del mundo. Y porque en los barcos que había estado antes, el artista también había repartido generosamente la misma gastritis. Y en ninguno de los casos se podía alegar más alcohol o tabaco, stress o mala vida, o cualquiera de los otras cosas a las que entonces le echaban los médicos la culpa. No fui al médico, claro; ¿para qué? ¿Para saber que me tenía que forrar a antiácidos? Para eso no necesito matasanos.
Pero empezaron a aparecer, muy gota a gota, noticias sobre dos médicos australianos que aseguraban que la gastritis y la úlcera eran cosa de una bacteria. Y que no había más que acabar con el bicho por el procedimiento habitual (antibióticos). Estoy hablando de una época en que internet estaba restringida a algunas universidades. Entonces sí que hice lo que se suele, preguntar a los que saben. En este caso médicos. Y solo recogí carcajadas. Hay un consenso, me dijeron, y sabemos de sobra que la gastritis viene de la mala vida. Esa chorrada de la bacteria es cosa de cuatro gatos lunáticos.
Y sin embargo, el argumento bacteria era muy convincente. Sobre todo con mi experiencia del origen paella del mal. Me di cuenta que podía probar por mi mismo. La idea obvia era que si se trataba de verdad de una bacteria, debería de notarse la diferencia al tomar un antibiótico que le afectara. La cuestión era acertar.
Por no alargar el cuento: vista la cerrazón de los médicos (los que saben), acudí a mi veterinario. La prueba fue un éxito, y poco después, con la ayuda de compañeros del vete, de la Universidad de Córdoba -que contactaron directamente por email con los médicos australianos, me curé definitivamente. A mi, y a unos cuantos amigos. Todo esto ocurrió unos diez años antes de que la medicina del consenso quisiera darse cuenta por fin de que la gastritis y la úlcera se curan con un antibiótico. Y preferiblemente con un veterinario.
En realidad es muy sencillo. Los anti ácidos eran por aquella época la principal fuente de ingresos de las empresas farmacéuticas, que a su vez son las principales paganas de las revistas y los congresos médicos. ¿Qué diablos iban a pensar los médicos? Pues consenso, como no. Y de paso silenciaban a los dos australianos, que no podían ni publicar, ni exponer en los congresos.
La verdad, esta historia me recuerda demasiado a la que nos traemos entre manos. Afortunadamente ahora tenemos internet generalizada, y los científicos pueden hablar y discutir en sus blogs. Y de una discusión en directo se pueden sacar muchas conclusiones.